lunes, 26 de mayo de 2014

"Neuro" explotación

Pedro Meireles Sobral

Abusivamente hablando, mis neuronas se interrogan sobre el porqué de la avalancha, aparentemente imparable, de la aplicación (o anteposición) del prefijo “neuro” a un sinfin de designaciones de disciplinas relacionadas con la actividad humana, principalmente en los ámbitos organizativos y empresariales. Este interrogante se aúna a las inquietudes de otros profesionales mucho más instruidos que yo, en esta materia, como es el caso de José E. García-Albea, en cuyo artículo “Usos y abusos de lo «neuro»”, he encontrado una base más científica para mis elucubraciones al respecto.

Obviamente García-Albea no se restringe al ámbito que me atañe, el de las interrelaciones humanas en los ámbitos organizativos y empresariales, sino que refiere en su artículo “… desde la neuroeconomía a la neuromagia, pasando por disciplinas tan dispares como neuromarketing, neuropolítica, neuroética, neurofilosofía, neuroteología, neuropsiquiatría, neurosociología, neuroantropología, neuroastronomía, neurojurisprudencia, neuroestética, neuromúsica y neurogastronomía, y que podría ampliarse fácilmente a otras con incluso algo más de predicamento, como la neuropsicología, la neuropedagogía, la neurolingüística, la neurocomputación o la neuroetología.” A estas designaciones puedo añadir algunas más, incluidas en invitaciones para seminarios, que he recibido en mi propio E-mail a lo largo de los últimos días, tales como: neurocoaching, neuroinfluencia y ”neuroplastic change”.

En el referido artículo se expresa también la justa preocupación de su autor, desde mi punto de vista, sobre la posibilidad de que se produzca  “el efecto ilusorio de que el avance tan espectacular que se ha llevado a cabo en la ‘exploración’ del órgano (el cerebro y el sistema nervioso en general) va a garantizar de modo automático la ‘explicación’ de la función (cualquiera que sea su ámbito de aplicación).”,  y añade:
“El hecho de encontrar el correlato neuronal (en términos de áreas, circuitos o procesos bioquímicos) de una función mental (o de alguna de sus derivadas) se toma como prueba suficiente y definitiva para su explicación, lo que acaba resultando sencillamente abusivo.”
                                                              
Las disciplinas que se ocupan de las diversas funciones y procesos de acción e interacción del ser humano pueden tener carácter más o menos científico, a determinar. Es posible para este fin, como ejemplo, tomar en consideración los criterios de definición de científico, paracientífico y pseudocientífico propuestos por Karl Popper. Sin embargo, la anteposición del prefijo “neuro”, per se, no convierte una disciplina en más o menos científica.

Creo que García-Albea es bastante elocuente cuando escribe: “… parece claro que la contribución de la neurociencia al desarrollo de esas otras disciplinas es más bien nula, no aporta nada sustantivo al conocimiento y explicación de los fenómenos de uno u otro tipo en el ámbito de la psicología, las ciencias sociales o las humanidades.”  Y particularmente brillante cuando ejemplifica,  reforzando su tesis, con la utilización de la siguiente analogía:

“Del mismo modo que para comprobar los usos y funciones de un ordenador tiene poco sentido desmenuzarlo e inspeccionar cada uno de sus componentes físicos (relés, cables, conexiones, materiales conductores, etc.), siendo imprescindible acceder al software, así, para entender lo que es la visión (o el lenguaje, etc.) no se llega muy lejos inspeccionando al detalle todo lo que pasa en el cerebro mientras se realiza la función, sino que es imprescindible descifrar el complejo sistema de procesamiento de información que da cuenta de la propia función y de la posibilidad misma de realizarla.”

El autor, que concluye el supra citado artículo de una forma elegante y respetuosa con las demás disciplinas que se ocupan del estudio de la mente, admitiendo la compatibilidad de la colaboración entre ellas, no se cohíbe en dejar constancia de lo que personalmente interpreto como una importante exhortación:

“En el fondo de todo este asunto es fácil detectar un amago de vuelta al ‘reduccionismo eliminativista’, por el que los fenómenos psicológicos, sociales, religiosos, económicos o de cualquier otro dominio que concierna al ser humano terminarían por ser explicados en términos neurocientíficos. Las disciplinas que tradicionalmente se han ocupado de esos distintos fenómenos (psicología, sociología, antropología, economía, etc.) tendrían así una vigencia transitoria, en espera de que los previsibles avances de la neurociencia nos permitan acabar prescindiendo de ellas.”

Dejando a un lado las consideraciones versadas en el artículo de García-Albea, del cual recomiendo su lectura integral para contextualizar debidamente los extractos del mismo, que he tomado la libertad de reproducir, no puedo dejar de mencionar el punto de vista según el cual enfoco estas cuestiones:

Como estudioso, seguidor y docente del enfoque comunicacional interactivo relativo a los fenómenos del comportamiento humano, postulado y desarrollado por los científicos de la Escuela de Palo Alto, no puedo dejar de referir que dicho enfoque se basa en las manifestaciones observables de las relaciones humanas y no en hipotéticas “entidades” o fenómenos generados exclusivamente en el interior de la mente. Más en general, como escribe Paul Watzlawick en su artículo “Sobre la comunicación humana” (1964), “podemos decir que se trata del estudio de la interacción entre los organismos humanos y su entorno, percibido como realidad y, por tanto, el estudio de sus modelos específicos y de sus experiencias en cuanto seres vivientes en el mundo.” 

Puesto lo anterior, parece fácil entender que, desde este enfoque, y desde el punto de vista de profesionales que lo aplican teniendo como objetivo el Trabajo en Alta Performance, no es fácil quedar indiferente a la creciente tendencia de la utilización del prefijo “neuro” en disciplinas o metodologías que se consideran afines en bases epistemológicas o que hasta reivindican su origen en la prestigiosa cuna  “PaloAltiana”.

Bibliografía:

García-Albea JE. “Usos y abusos de lo ‘neuro’”. Rev Neurol 2011; 52: 577-80.

Nardone; Ray. “Insight may cause blindness and other essays”.  Adriano Salani Editore, 2007



Los límites de la motivación

Pedro Meireles Sobral

Un tema casi eterno, que se puso de moda hace bastantes años pero que parece mantenerse y dar de sí lo suficiente como para que muchos puedan teorizar, tal como lo hago yo ahora, o intentar crear sesiones de motivación, de esta o aquella forma, para que las personas que en ellas participan se motiven hacia algo poco definido o incluso muy indeterminado. Si estamos en una situación empresarial, normalmente estas sesiones de motivaciónvan enfocadas a que las personas trabajen mejor, o más a gusto, o hasta alcanzar el ultra ambicioso objetivo de que éstas trabajen mejor, más a gusto, incluso en condiciones más desfavorables o hasta críticas.
   
Que esto no se entienda como una crítica a los directivos que se encuentran en situaciones de tener que tomar duras decisiones que afectan al bienestar colectivo e intentan paliar los efectos indeseables recurriendo a las herramientas que el mercado pone a su disposición. Detenerse un poco en este análisis es suficiente para entender que esta solución es un parche al que muchos echan mano en situaciones de extrema necesidad, en las cuales no ven muchas más salidas, y de la cual otros se aprovechan para realizar sus performances(esto no tiene nada que ver con Trabajo en  Alta Performance) y obtener sus réditos.

Lo que quizás sorprenda a muchos es el efecto rebote que estas acciones puedan tener a medio plazo porque la cara oscura de la motivación es la Resistencia al Cambio. Este punto de vista, resultante de la experiencia y de la investigación, intentaré explicarlo brevemente, en seguida.

Seguramente muchos colegas consultores se podrán enfadar con estas palabras pero creo que, en algún momento, los profesionales de determinadas áreas tenemos que empezar a levantar ciertos velos que permitan ayudar a descubrir el fondo de ciertas cuestiones.
Sin querer desvelar demasiado (todo tiene sus tiempos adecuados) puedo empezar por citar un ejemplo reciente:

Una gran empresa de nivel nacional, cuyos responsables de recursos humanos han sido nuestros alumnos y conocen nuestra metodología de trabajo, me han solicitado presupuesto para una charla motivadora, de duración de un par de horas, dirigida a directivos y cuadros intermedios, durante una convención anual. Al recibir tal solicitud, pedí una reunión previa para aclarar los objetivos de tal charla y ver cómo mi trabajo podría ser de utilidad para tales propósitos. Evidentemente no voy a revelar aquí todo el contenido de la reunión pero resulta que aunque que los responsables de recursos humanos entendieran nuestra perspectiva sobre el asunto y sobre los resultados que se podrían obtener en un par de horas de charla, desde el consejo de dirección les pedían una charla motivadora y punto! Entonces, de la forma más elegante que me fue posible, les desmotivé a contratarme para impartir tal charla motivadora. Finalmente el elegido fue un conocido practicante de deportes extremos que también se dedica, como varios otros, a impartir este tipo de charlas, en sus tiempos libres.

No pretendo, de ninguna forma, criticar tampoco a los deportistas extremos que imparten estas charlas. Yo soy el primero en reconocer la importancia y validez de las experiencias extremas en mi vida, para mi desarrollo personal y profesional. Y creo que es posible que las personas que no han tenido la oportunidad de pasar por ciertos niveles de extremismo o exigencia puedan disfrutar de la experiencia de otros para determinados fines (motivadores o no).

Una cosa diferente es que este tipo de charlas, encuadradas en el ámbito de una psicología positiva, que también está de moda, sea un remedio eficaz para el mal de la falta de motivación.

Echando mano de la neurociencia, aunque el prefijo neuroesté también sobre utilizado en el ámbito de la consultoría y de la gestión empresarial como un elemento de marketing más, paso a citar a Francisco Mora (2002, 2009, 2014) sobre el espacio y circuitos del cerebro dedicados a procesar las sensaciones de recompensa: “… el cerebro lucha y trabaja por evitar el funcionamiento de ese otro cerebro que es el que procesa la información sobre dolor y castigo.Y remata el mismo autor: Precisamente una recompensa esperada que no llega crea frustración y de alguna manera castigo."

Lo anterior nos puede dar una pista de cómo una acción dirigida a motivar, si no es bien calibrada, dirigida y contextualizada en función del individuo, se puede transformar en el principal catalizador de la resistencia al cambio. Aunque me considero un buen profesional de la comunicación interpersonal estratégica, no me arriesgaré a garantizar ningún tipo de éxito a un colectivo, formado por individuos con características propias y a quienes yo no conozco lo suficiente, simplemente por lanzar un mensaje motivador. Ya sea durante un par de horas o un par de días.

Me parece pertinente recordar la forma en que se expresó un actual colega, ex director general de una importante multinacional, cuando hace años, le he pedido que nos diera su feedback sobre la principal diferencia entre nuestra forma de trabajar para superar la resistencia al cambio  y la de muchas otras que él había conocido. Sus palabras han sido las siguientes:
- Es la diferencia que existe entre un paréntesis que se abre y que no se cierra rápidamente, que tiene continuidad con resultados visibles en el colectivo, y entre un paréntesis que se abre y se cierra en el final de un acto, durante el cual lo hemos pasado muy bien, con buenas sensaciones pero después todo queda igual. Y continuó: - Excepto si algún iluminadoha cogido algo en el airey lo empieza a aplicar, lo que ocurre pocas veces.

Sin querer entrar en más detalles, ya que el escrito se está extendiendo, y dejando para próximos y breves capítulos más detalles sobre el manejo de la resistencia al cambio y sobre la utilización abusiva, en mi perspectiva, del prefijo neuro,  finalizaré este post con una analogía cinegética, que propongo muchas veces a mis alumnos, aunque yo no sea cazador:

En la caza a los patos hay una gran diferencia, en términos de eficacia y eficiencia, entre disparar en dirección a un grupo de aves que nos sobrevuela y esperar a que alguno caiga u optar por apuntar exclusivamente a uno o dos.

Les ruego para el bien de todos, en términos de motivación y resistencia al cambio, que no esperemos que caiga el pato

Publicado en  http://www.trabajo-alta-performance.com/?p=901